Habemus consumismo

Isabel GarcíaIsabel García

Las luminosas calles de nuestras ciudades plagadas de bombillas que dibujan árboles, santaclauses y estrellas de oriente, nos indican que la Navidad ya está aquí. Y, con ella, una mezcla de conceptos tan amplia que al final no sabemos si estamos celebrando el nacimiento del niño Jesús, unos días de vacaciones o la llegada de los Reyes Magos. Este estrés consumista, que este año se traducirá según UCE-Andalucía en un gasto medio de 683 euros por andaluz, causa estragos y, la verdad, es que todos nos alegramos cuando por fin todo pasa. Y es que a base de anuncios sobre productos tan ‘necesarios’ como turrones, perfumes, bombones o muñecas que caminan como zombis hacia el portal de Belén, se ha conseguido instaurar en las cabezas de los consumidores un principio básico: celebrar la Navidad requiere ineludiblemente ir de compras. Y es que parece que basta con disparar al corazón del telespectador para empujarlos a los centros comerciales. Porque de la Navidad en Belén, el establo, los pastores, la virgen María y José frente a un niño que luego se llamaría Jesús, ya nada queda frente a la orgía de consumo que tapa lo profundo que tiene esta fecha para la religión católica en lo particular y cristianos, en lo general. Ahora, que por mí que no quede: a mi a espíritu navideño no hay quien me gane. Así que ya que las luces están puestas, quiero ser la primera en desearles una Feliz Navidad y un feliz consumo navideño.

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