Encarnación Poto

“LA LIBERTAD DE LA MUJER ES SU SALARIO”
Encarna Poto es sinónimo de “pelea”, de esa lucha que las mujeres de principios de los 60 saben perfectamente de lo que se habla. Siempre al pie del cañón, defendiendo las causas de otras mujeres, trabajando codo con codo con los sindicalistas, y poniéndose en la piel de empresario cuando era necesario “y justo. Porque un trabajador que quiere quemar su empresa, es mal trabajador y compañero”.
 
Encarna, “que no me gusta Encarnación porque me queda grande”, nos ha concedido una entrañable y significada entrevista en su Dos Hermanas natal. Impone entrevistar a una mujer que ha hecho
historia con mayúsculas en la lucha por los derechos de la mujer; me lo puso fácil, me encontré a una mujer vital y dinámica, con las ideas muy claras y una sonrisa perenne en la cara
 
Mujeremprendedora: De un tiempo a esta parte ha recibido un montón de premios y de reconocimientos por toda una vida de trabajo y tesón. Supongo que todos estos ni se los imaginaba cuando con 14 años comenzó a trabajar como rellenadora…
Encarna Poto: Eran momentos, cuando yo empecé, que -por los años que se cruzaban- era una niña que destacaba. No tuve el respaldo económico para seguir en el colegio, pero entre los jóvenes de mi alrededor llamaba la atención. Yo me sentía casi como un bicho raro. Por aquel entonces no había mujeres en los sindicatos y yo fui una de las primeras. La mujer de ahora está mucho más preparada, tiene mayores accesos a todo. Cuando me dieron el premio a nivel nacional, me vino a buscar el Gobierno que estaba, era el del PP. Con todo lo grande que es España y me lo han dado a mí, pues me sentí muy orgullosa. Porque en los años 60-70 había poca gente que destacara en ese ámbito. Hoy todo el mundo ayuda y hace gala de las libertades que tenemos las mujeres, pero ¿tú te imaginas en esos años, con Franco, ayudar a las mujeres a abortar lo que fue? Hacíamos pequeñas rifas para dar el dinero a las mujeres que más lo necesitaban. Aquello estaba prohibido, pero hoy, tampoco estamos mejor…
 
ME.: La verdad es que las mujeres hemos avanzado mucho en libertades y derechos gracias a mujeres como tú…
EP: Yo soy muy crítica. Hoy en día es más la teoría, es más lo escrito que las realidades. Cuando una mujer tiene un problema de verdad, y se lo digo claramente al Instituto de la Mujer, quién le ayuda, quién le soluciona el tema. Trabajo, no le dan; no le dan vivienda, entonces, ¿qué le dan? ¿Qué apoyo recibe una mujer con un problema real? Por eso cuando se habla de libertad de mujer, de una mujer que ha sufrido malos tratos, que le han dejado embarazada y no se ha hecho el hombre responsable, que nos pongamos a charlar dos horas no es solución. Por eso, muchas compañeras hacen crítica de Encarna, porque yo llevo muchos años ayudando y no hablando de ayudar. La libertad de la mujer es su salario. Y se me echan encima diciéndome que ya estoy con el dinero para arriba y para abajo. Pero un salario no es sólo una cuestión económica, va más allá. Es una libertad de movimiento, de poder tomar tus propias decisiones sin esperar a que alguien te de dinero. Puedes tomar tú la iniciativa con la tranquilidad de un respaldo, tu trabajo y tu estabilidad económica al final de mes. Eso es libertad.
 
ME.: ¿Sus inicios como sindicalista no están reñidos con su condición de empresaria?
E.P.: Yo lo he llevado muy bien siempre, porque una cosa no está reñida con la otra. Cuando yo me hice cargo de esta compañía tenía muy claro que a los socios tenía que hablarles muy claro y enfrentarme a lo que no veía bien de la empresa. Yo no creo que haya que haber un enfrentamiento entre el empresario y el sindicalista porque al final el objetivo es el mismo, la empresa para la que trabajas o la empresa que diriges. Un sindicalista, y siempre lo he dicho, puede llevar un abrigo de visón. Aunque por esto también he recibido críticas… Lo digo por dos razones, si un sindicalista no es capaz de defender su salario, pues no es un buen sindicalista. No puede pensar en meterle fuego a su empresa, porque es meterle fuego a su salario. Y si la lucha es por intereses personales, ya es mal sindicalista. Porque el principio del sindicato siempre es un conjunto de trabajadores, no la unidad. El éxito de una huelga reside en saber cómo y por qué  finalizarla. Ese es el éxito, llegar a un acuerdo para desconvocarla. Yo dentro de la cooperativa he sancionado y he tenido que despedir a gente, y no se me han echado encima, ni  los sindicatos, ni los trabajadores. Porque me he cargado de argumentos para poder actuar así. Es duro, pero si tienes unas ideas claras, es más fácil. Uuna  persona puede ser decente hasta que deja de serlo.
 
ME.: ¿Y el tema de las cuotas, Encarna, estás a favor o en contra?
E.P.: Fíjate el tema de las cuotas las veo bien, pero hay una cosa que no lo veo. Hemos luchado mucho por tener a mujeres en puesto de relevancia, pero ahora hay mujeres en algunos puestos que no saben, que no están capacitadas para ello. Que sólo están ahí por entretenerse. Que sólo son empleadas, no es una profesional capacitada. Antes se contaba con la honradez de las personas, ahora no puedes casi ni poner la mano en el fuego. Ahora nos encontramos con gente que intenta jugar al ajedrez y no sabe ni jugar al parchís. Tenemos gente que está en el Gobierno que no está preparada, que no sabe. Estamos en una España de las más preparadas de la historia, pero a la vez de las menos productivas de todos los tiempos.
 
ME.: ¿Crees que lo peor de la crisis ha pasado ya?
E.P.: De eso nada, aún nos queda para rato. Pero yo soy tremenda para eso, creo que la crisis nos ha venido bien. Todo lo que está pasando nos viene bien porque está educando a mucha gente. Está saliendo un montón de gente que no ha sido fiel a su Gobierno, a las estructuras que representan. No hay dinero en el mundo para soportar los errores que se han cometido. Voy un poco más allá. Incluso esta crisis ha servido para darnos cuenta que las mujeres no estamos implicadas en ningún caso de corrupción porque no tenemos el poder suficiente. Y ahí viene el problema real de la mujer, que no quiere dejar de ser madre para estar en el poder. Tenemos uno o dos papeles muy duros en la sociedad. A la hora de trabajar fuera de tu ciudad, si eres hombre, no hay problema, porque eres tú el que te mueves; pero si es mujer la que ha de trasladarse, se arma un pitote porque tienes que llevarte a los niños, con lo que eso supone. Al final, rechazas el puesto. Y ahora, en época de crisis, la mujer está siendo la que paga el pato.
 
ME.: Pero tú tienes tres hijos y un marido, ¿cómo lo han vivido?
E.P.: Yo lo he tenido muy fácil. Nací en el 47 y nací con mi libertad de mujer de siempre. Yo no sé si mi familia me lo permitió o yo conseguí, con la ignorancia de mis padres, darle la vuelta a todo. Yo decía que iba a trabajar y no era verdad. Echaba horas extras los sábados para compensar lo que no trabajaba entre semana. En mi casa siempre se me ha respetado por como yo era. Luego me casé con un hombre al que conozco desde chicos. Me entendió desde siempre. Hemos crecido juntos y él sabía perfectamente como soy yo, así que hemos tenido muy claro dónde estaba cada uno.  He aprendido que no pueden salir 100% bien las cosas, pero lograr un 70% que salga bien, ya es suficiente. Mis hijos me han echado en cara alguna vez que no he estado en casa, pero yo no cambiaría nada, porque creo que les he educado de otra manera, les he enseñado lo que es trabajar y trabajar duro.
 
Mónica Urgoiti Arístegui

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MUJERES Y MEDIO RURAL

Isabel Mijares

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