Donde el futuro es pasado: MIT Media Lab

Yolanda Spínola Elías

Existe un lugar donde el futuro no se inventa, se vive. Pongamos algunos ejemplos. Coge tu móvil. Acóplale un pequeño dispositivo de plástico. Mira por su mirilla y alinea las líneas de colores. Ya está, acabas de revisar tu vista. Ahora imprime una flauta en 3D y haz un concierto con otros instrumentos también impresos. Quizás prefieras unirte a la ópera de robots y humanos en un escenario tecnológicamente intervenido. ¿O quieres pasearte en el coche plegable del futuro, totalmente ecológico? ¿Has visto ya las prótesis biomecatrónicas para las piernas amputadas? ¿Te has probado la nueva ropa inteligente capaz de mimetizarte con el entorno o de mantener tus constantes vitales controladas? Puede incluso que ya hayas concebido la casa del futuro construida con materiales que crecen y desarrollan siguiendo el perfil de uso de sus habitantes. Bienvenidos al MIT Media Lab.
 
Si el sueño de los antiguos alquimistas de transformar en oro los objetos era una quimera, el de este laboratorio de mejorar nuestras condiciones de vida cotidiana y nuestras capacidades humanas a través del uso creativo de las nuevas tecnologías es una realidad. La clave: la apuesta por el riesgo en la convergencia del Arte, la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad. ¿Pero qué riesgo? El riesgo a equivocarse, a apostar por proyectos que pueden no llegar a ningún término, o sí. ¿Cómo habríamos llegado a la Luna si no? ¿No fue un grupo de mujeres las que literalmente tejieron la memoria del ordenador central del Apolo para la NASA? Aún imaginaríamos a los astronautas sacando sus libretas de papel, lápiz en mano, calculando los parámetros para no estrellarse y poder regresar como héroes. Todavía estarían en ello, claro. Y nosotros sin ver el primer alunizaje de la historia si alguien, la compañía Raytheon, no hubiera tenido la valentía de poner en práctica una visión, a priori imposible, que fue realizada por todos.
 
Eso ocurrió gracias a los ingenieros del MIT (Massachusetts Institute of Technology) en los años 60. Ya se adivinaba por entonces el ánimo de la curiosidad, el apoyo a la innovación con todos los esfuerzos que implica. 25 años más tarde se creó el media-lab del MIT, un laboratorio semiautónomo con una estructura muy particular. Desde una mirada multidisciplinar y con la necesidad de trabajar colaborativamente para desarrollar proyectos utópicos se unió un grupo de expertos de distintos campos del saber. Diseñadores industriales, ingenieros, artistas y científicos llevan 25 años inventando el futuro. Junto con Jerome Wiesner, Nicholas Negroponte conceptuó en 1985 un lugar donde aplicar nuevas estrategias de aproximación entre la investigación y los procesos de enseñanza-aprendizaje. Un lugar de fantasías pero real para la creación de un mundo mejor. De él han salido iniciativas como la de One Laptop per Child que favorece la alfabetización digital en países en vías de desarrollo.
 
La potencia del márketing y la participación de las compañías del mercado son palpables en este centro. “Demo or die” (demuestra o muere) sigue siendo uno de los lemas más repetidos. Eso implica connotaciones que lo hacen único para lograr su supervivencia. Sin la apertura de sus procesos de producción dejaría de recibir el soporte que necesita para funcionar al tratarse de una institución privada. Las compañías más potentes de distintas partes del mundo siguen focalizando toda su atención en lo que allí se genera. Así que si eres capaz de lograr la idea, demuéstralo, ¡haz prototipos! Pero no son las patentes lo que más interesa a estas empresas, les atrae el laboratorio como factoría de ideas. Los prototipos, en función de su grado de mecenazgo, podrán producirlos luego o no. Aún recuerdo mi primera sesión de “braimstorming” dentro del media-lab con uno de esos patrocinadores junto a otros compañeros. ¿Cómo imaginas la tele del futuro? -nos preguntaron. Y de repente la fuimos describiendo desde distintos niveles: conceptual, tecnológica, sociológica, artística. ¿Jugábamos a alquimistas digitales? Quizás. Fue divertido.
Como una gran familia cosmopolita, el MIT Media Lab acoge a más de 150 estudiantes de máster y doctorandos que pueden disfrutar de becas y ayudas a través de su programa académico en Media Arts and Sciences. Su carácter singular le viene dado no sólo por ubicarse en un contexto social de elevado nivel intelectual –junto a su vecina Harvard-, sino que cuenta con alumnos y profesores de prestigio altamente motivados que trabajan codo a codo de manera ejemplar. De hecho su modelo fue replicado, aunque sin éxito, en Europa (Dublín, 2000-2005). Al parecer, el apoyo económico del gobierno irlandés y los logros conseguidos durante su funcionamiento no fueron suficientes para soportar un modelo financiero que no pudo ajustarse a la realidad europea empresarial. En Asia logró mejores resultados. Desde entonces la positiva influencia de la experiencia de Cambridge se ha propagado por toda la geografía mundial, incluida España, en forma de iniciativas públicas o privadas que incentivan esos modos de creación horizontal asentados, sobre todo, en la cultura digital. ¿Tendremos la fortuna de contagiarnos? Ojalá.
 
Yolanda Spínola Elías
Artista y profesora en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, responsable del proyecto de I+D+I del Ministerio de Ciencia e Innovación “El papel del medialab en la cultura digital: nuevos espacios de creación colaborativa interdisciplinar en el sistema ACTS

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