Doler
Casi despidiendo el verano y ya hemos llegado al final del año. Ya estamos abrumados con los preparativos de las fiestas, las compras, los regalos… Intentando vivirlo todo poniéndole ilusión y alegría, aunque diversas circunstancias traten de impedírnoslo. No sólo nuestras carteras están más tristes, hay muchas familias, yo diría que demasiadas, con el corazón muy triste. Aún así, parece como que en estas fechas hacemos un esfuerzo por animarnos y se empiezan a llenar los mercados y demás comercios de gente deseosa de ponerle al mal tiempo buena cara.
Escuché en estos días una conversación a cerca de esto en la puerta del colegio. Hablaban las madres sobre estas otras madres que les han arrebatado a sus hijos, más bien hijas. ¡Cómo iban a pasar estas fiestas! ¡Qué tristeza! ¡Qué vacío en la casa! Decía una que esa pérdida era ya para toda la vida. Sí, pero le contestaban, parece que en estos días se acentúa más. ¿Cómo se puede ocupar esa silla en la mesa de alguien que ya no va a estar nunca más? Es verdad, pero siempre quedan los recuerdos, los buenos recuerdos. Cierto es que nadie muere del todo mientras vive en nuestros corazones.
Esta conversación que tristemente cada día se repite más me hizo pensar en las «otras» madres. En el dolor de esa madre que hace unos años dio a luz una criatura preciosa. La cuidó, la crió, la mimó. La arrullaba entre sus brazos mientras le daba de mamar. Seguramente que le dio lo mejor que tuvo y la educó lo mejor que supo. Y puede que ahora se sientan viviendo un mal sueño del que les es muy difícil despertar. Esa criatura es hoy un adolescente o poco más a la que su madre tiene que visitar en un centro de menores o esperar a la salida de los juzgados. ¡Qué pesadilla! Y aunque es duro escuchar cómo defienden a sus hijos, quiero ponerme en su lugar y entender que son madres por eso, porque tienen hijos. Y, ¿qué madre no va a defender a su hijo? Pero seguro que el dolor irá por dentro. ¿En qué me equivoqué? ¿Qué hice mal?
Uno de los habituales anuncios de televisión por estas fechas dice en su slogan que «hay muchas clases de navidades». Extrapolando el slogan y llevándolo a nuestras propias vidas nos damos cuenta de que es verdad. Cada año que pasa es diferente y cada situación familiar también es diferente. Podría llegar a ser macabro tener que elegir y preferir, pero a veces viene a mi mente esta reflexión: ¿qué es más doloroso ver la silla vacía el día de Navidad (y todos los días de tu vida), o verla llena porque tu hijo disfruta de un permiso penitenciario, estando encarcelado por haber arrebatado la vida de otro ser? Es duro, y muy doloroso en ambos casos.
Y queda la pregunta: ¿en qué sociedad vivimos? Aunque sería más preciso, ¿qué sociedad estamos construyendo? ¿Qué valores tienen nuestros hijos que en algunos casos les llevan a matar? Recuerdo en mi infancia que te enseñaban que no había que robar ni mentir. A nadie se le ocurriría decir: «niño, no se roba, no se miente y no se mata a otra persona, ni siquiera a tus padres»
Estas navidades, regalémonos tiempo para reflexionar.
Lourdes Otero