
Argentina, más conquistas pero aún insuficientes
El país latinoamericano se enfrenta a desafíos significativos para alcanzar una igualdad práctica así como la íntegra protección de los derechos humanos de su población
Con un Producto Interior Bruto (PIB) de más de 540.000 millones de dólares, si por algo se caracteriza la economía argentina es por sus valiosos recursos naturales. Recursos que han llevado al país a ser uno de los principales productores de alimentos, de la mano de la agricultura y la ganadería vacuna. En buena parte gracias a ellos, el país ha crecido sostenidamente durante la última década. Si bien, en los últimos meses, su economía transita debilitada, entre otras razones, por la caída de las exportaciones.
Con todo, Argentina, cuya población supera los 42 millones de habitantes, sigue siendo hoy día una de las economías más grandes de América Latina con una voz destacada en la formulación de políticas para la región gracias a su presencia en el G-20, donde representa junto a Brasil y a México a Latinoamérica.
En materia social, según datos de la Cepal, Argentina tiene una de las tasas de gasto público social más altas de América Latina. De hecho, en los últimos años, ha invertido fuertemente en salud y educación, áreas en las que se destina el 8% y el 6% del PIB, respectivamente. Además, ha priorizado el gasto social a través de diversos programas, entre los que se destaca la creación de la Asignación Universal por Hijo, un seguro social que otorga a personas que ganan menos del salario mínimo un beneficio por cada hijo menor de 18 años o hijo discapacitado y que alcanza a aproximadamente 3,7 millones de niños y adolescentes, el 9,3% de la población del país.
En el terreno de la igualdad de género, el país se enfrenta todavía a desafíos significativos para alcanzar esa igualdad en la práctica así como la íntegra protección de los derechos humanos de su población. Sin embargo, parece ir por buen camino. Según el último Informe Global de la Brecha de Género, que clasifica el desempeño de 142 países respecto a la brecha entre mujeres y hombres en términos de salud, educación, economía e indicadores políticos, Argentina se ubica en el puesto 31 de estos 142 países.
Especialmente bien situado se encuentra precisamente el país en la categoría en que la brecha de género es más estrecha, la que hace referencia a la salud y supervivencia de las mujeres. Y es que esta brecha mundial es del 96%, ya que tan sólo 35 países han logrado cerrarla por completo Argentina es uno de ellos. Sin embargo, este índice sólo analiza las expectativas de vida y la proporción hombre-mujer en el país. Es decir, no tiene en cuenta una realidad contra la que la sociedad civil viene movilizándose en los últimos meses, la violencia de género.
Y es que, cada 32 horas, una mujer es asesinada en Argentina como consecuencia de la violencia de género. El dato surge del informe anual 2014 que elabora el Observatorio de Femicidios en Argentina ‘Adriana Marisel Zambrano’ de la Asociación Civil Casa del Encuentro, y que recoge que en el año 2014 fueron asesinadas 277 mujeres. Las leyes hoy vigentes (Ley de Protección Integral a las Mujeres o la Ley contra la Trata de Personas) respecto a los diferentes tipos de violencia contra las mujeres en Argentina son de muy reciente aprobación. De hecho, la incorporación del delito de femicidio al Código Penal, que es el agravante de homicidio por la condición de mujer, no tuvo lugar hasta el año 2012. Recientes avances, pero escasos aún, para un problema acuciante en la sociedad argentina y responsable del lema ‘Ni una menos’, que empezó a escucharse en las calles argentinas este mismo año y a escribirse en las redes sociales (#NiUnaMenos), para que el país no deje de hablar de los asesinatos machistas.
En cuanto a la representación de las mujeres en el ámbito político, Argentina ocupa el puesto 21 en el Informe Global de la Brecha de Género en la categoría en la que se valora la representación de las mujeres en las estructuras de toma decisiones. Un puesto que obedece principalmente a dos factores, la presencia de una mujer en la presidencia del país (Cristina Fernández de Kirchner) y la alta participación de la mujer en el Congreso de la Nación como consecuencia de la Ley de Cupo que cumplió 20 años en 2011 y que establece que las listas de partidos políticos para cargos electivos nacionales deben tener como mínimo un 30% de candidatas mujeres. Gracias a esta Ley, y como afirma la Red Internacional de Información sobre Mujeres y Política, “la inclusión de mujeres en el parlamento favoreció la aparición de nuevas perspectivas sociales, nuevos temas en la agenda pública, especialmente en materia de igualdad de género y defensa de derechos”.
La mujer argentina en el mercado laboral
En el otro lado de la balanza se sitúa el papel de la mujer en el mercado laboral, donde Argentina, en el Informe Global de la Brecha de Género, cae estrepitosamente hasta el puesto 96. En términos generales, se puede decir que en el pais las mujeres han ido avanzando en su participación en el mercado laboral. Los cambios demográficos, la baja en la tasa de natalidad y la postergación en la edad de la maternidad, la propia necesidad del sistema económico o el acceso de las mujeres a la educación y el incremento de su nivel educativo, son algunos de los motivos de este avance aún insuficiente. Las mujeres siguen participando menos y peor en el mercado laboral.
Según el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de Argentina, si bien las mujeres representan la mitad de la población, su tasa de empleo es más baja que la de los hombres (43,1% para las mujeres y 67,8% para los varones). Además, las que acceden al mercado de trabajo no lo hacen en igualdad de condiciones que los hombres. No ocupan puestos directivos de forma equitativa y no perciben los mismos salarios que los varones por el mismo trabajo.
Sin embargo, hay que destacar que la brecha salarial disminuye a medida que aumenta el nivel de calificación de las mujeres, dado que la calidad y condiciones del empleo mejoran (las brechas salariales son de 20% entre los trabajadores del nivel profesional, 23% del nivel técnico y 18% operativo). Por el contrario, las brechas aumentan entre los trabajadores sin calificación (36%). Paralelamente, las trabajadoras en negro ganan un 40% menos que sus compañeros.
La desigualdad entre los salarios de hombres y mujeres en algunos puntos del país (Comodoro Rivadavia, Bahía Blanca, Neuquén, Santiago del Estero, entre otras) la brecha salarial media es mayor al 30%. El crecimiento económico en sí mismo no implica que haya una mejor redistribución del ingreso. Lo mismo ocurre con las brechas de género: necesitan políticas activas que apunten a modificar una dinámica que en la actualidad restringe las posibilidades laborales de las mujeres. Sólo dos cifras más: según la argentina SEL Consultores, el 75% de las empresas no cuenta con un plan específico de diversidad y promoción del talento femenino, y según el sondeo ‘Mujer y trabajo’ elaborado por Grupo RHUO, casi el 68% de las argentinas consultadas considera que las probabilidades de obtener un puesto o un ascenso laboral se reducen al tener un hijo menor de cinco años. La realidad sigue demostrando que, a pesar de los avances, aún existen patrones culturales y estereotipos difíciles de revertir que, en definitiva, vulneran sus reales posibilidades de crecimiento.
Con este panorama, no es de extrañar las propias declaraciones de la presidenta del país, Cristina Fernández, el pasado mes de septiembre en la reunión sobre ‘Igualdad de Género y Empoderamiento de la Mujer: Un Compromiso a la Acción’ en la sede central de la Organización de Naciones Unidas (ONU), donde advirtió que, a pesar de que Argentina cuenta con una mujer como jefa de Estado, “la discriminación aún permanece”. “Soñar con igualdad de género en un país inequitativo, con grandes brechas sociales, es simplemente retórica o ilusión”, afirmó la presidenta.
Conclusión, falta mucho por hacer. Ahora, el nuevo Gobierno resultante de las elecciones del pasado mes de octubre tiene la obligación, no sólo de proseguir y afianzar los programas sociales aprobados en los últimos años, sino también de trabajar por pasar de la igualdad formal a la igualdad real.
Isabel García