
Amalia Heredia Livermore, marquesa de Casa-Loring
Noble intelectual. Nacida en Málaga en 1831, la futura marquesa de Casa-Loring recibió una educación acorde con los principios familiares y las normas de la clase social a la que pertenecía: ayas, institutrices francesas, preceptores, ambiente refinado, una fuerte socialización en la fe católica, viajes al extranjero e inclinación por las bellas artes, haciendo gala desde la infancia de una inteligencia y dotes de mando heredadas, al parecer, de su padre.
Tras su boda, Amalia Heredia Livermore transformó su residencia La Concepción, ubicada a la salida de Málaga, en un jardín botánico, en lugar de reunión de importantes tertulias políticas, en una réplica del «parlamento» ubicado en la madrileña Carrera de San Jerónimo y en sede de una importante colección arqueológica, que fue depositada en un templete clásico construido para tal fin. La labor asistencial y benéfica fue otra de las preocupaciones que llenó su vida, financiando con otras damas de la oligarquía el Hospital de San Julián y colocando, en 1862, la primera piedra del que había de ser el futuro Hospital Civil, ambos en la ciudad de Málaga. Consciente de la importancia de la educación femenina y resistiéndose a enviar a sus hijas al extranjero, en una clara diferenciación de género en relación con sus hijos, fundó el Colegio de La Asunción, regido por la Religiosas Agustinas del mismo nombre y destinado a las jóvenes malagueñas de la alta sociedad.
Durante el Sexenio Revolucionario se trasladó a Madrid poco antes de la restauración borbónica, un proceso en el que tuvo mucho que ver el político malagueño Antonio Cánovas del Castillo, amigo del matrimonio. Igual que ocurrió en Málaga, la residencia madrileña de Amalia Heredia Livermore fue sede de frecuentes tertulias políticas a las que acudían lo más selecto de la sociedad de la época, además de políticos conservadores como Cánovas, Silvela y Dato, utilizando la marquesa este espacio de sociabilidad para intervenir indirectamente en los asuntos públicos. La larga estancia de Amalia Heredia Livermore en Madrid, casi media vida, se vio salpicada por sus viajes a Málaga, donde solía pasar algunas temporadas. La muerte le sobrevino de repente en 1902.